Estos versos míos, hijos de mi alma, de un rojo intenso de fuego, nacidos del ser de mis entrañas que tanto en mis silencios yo recreo, que juegan sin fin con las palabras hoy me llenan de dolor, pero los quiero…
Ya no sé si morimos por vivir o vivimos por la muerte del mañana, sólo media entre llegar y la partida el tiempo que existe en su distancia, el tiempo que sí lentamente corre y que nunca damos su importancia.
Es el frío de hielo sobre nieve que soporta en su cima montaña lo que en su esencia viva la mantiene, es la quinta esencia de su alma…
Los hubo que nacieron a la vida como el alba amaneció temprana, comenzaron rodando los minutos que separan los puntos de su estancia. Los hubo que partieron a otro rumbo como yo sin duda partiré un mañana, que salieron por siempre de este mundo hacia un lugar de misterio, de nostalgia, que anduvieron el pasado ya cumplido para dar un comienzo a la esperanza.
Es el tiempo, arcano y traicionero el que a ambos entornos entrelaza, da comienzo y fin con su misterio como el poema que inicié y ya se acaba.