Empezaré diciendo que siempre imaginé este pequeño espacio ubicado en Tierras Altas, un lugar desconocido en un gran pico de montaña, el cual siempre acoge a todo aquel que va de paso o, simplemente, se ha perdido y necesita refugio.
Se ruega depositar las armas en la entrada, pues no se tolera más que el buen diálogo y la comprensión de todos los que aquí se encuentran.
La hoguera siempre permanecerá encendida por diferentes motivos. Para los que están perdidos en la noche, su luz sirva de guía a un lugar seguro. Para aliviar el frío que azota cada noche a los que ya nos encontramos reunidos. Y cómo no, para amenizar la velada mientras contamos las historias y batallas que nos han hecho coincidir en estos tiempos que asoman.
Decir también, que detrás del acogedor refugio existe una pequeña cueva en la cual, todo el que desee podrá escribir en runas su paso por éste gélido paraje, ya sea por una noche, por una semana o por el tiempo que estime oportuno. No importa.
Lo que tengo que contar, todos mis miedos y mis demonios están ahí. Y es, precisamente ante desconocidos, donde deben salir. Aquí, en la gélida noche, alrededor de un fuego, en Tierras Altas, han de morir.
Porque a veces, sólo a veces dejan de existir…