Yo no pedí nacer.
Existo porque cada día respiro, despierto y me levanto.
Existo porque sé que camino, hablo y como.
Existo porque así lo dicta un papel, un acta de nacimiento ahí en el registro demográfico en el pueblo de Dénia, Alicante.
Existo por un descuido de mis padres.
Jamás hice nada para existir, no llené solicitud, ni pedí venir al mundo.
Simplemente, nací y existo.
Siempre pensé que la existencia comienza en el momento de nacer y que a veces la vida tarda en llegar, que nunca llega.
Gasto tiempo tratando de entender la vida construyendo hipótesis sin sentido.
Hoy sólo sé una cosa, que la felicidad, el amor y la amistad generan dolor, angustia, tristeza y sufrimiento.
Hoy pienso que la vida es traicionera, así que nos enreda y nos confunde.
Yo le diría al tiempo: "No sigas adelante"
y a la muerte: "No vengas"
y al amor: "No te vayas..."
pero nadie detuvo la vida en un instante como nadie detiene las olas en las playas.
No, nadie dice cómo, ni para qué, ni cuánto y así vamos a tientas sin saber hacia dónde, mientras crece en la sombra con un eco de espanto, la pregunta terrible que nadie nos responde.
Pero casi no importa si nada nos espera más allá de esas dunas de polvo ceniciento, pues cuando ha florecido su última primavera poco le importa al árbol que lo derribe el viento.
Y ya ante la profunda noche desconocida, en un tiempo sin horas y vacía la mano, sólo tendrá el derecho de despreciar la vida aquel que, sabiamente supo vivir en vano.
Por eso nada digo, ni al amor, ni a la muerte, ni al tiempo, ni a la vida. Todo es la misma cosa.
Y mientras el más justo se inclina ante el más fuerte yo hago volar un verso cuando nace una rosa.
Y me encojo de hombros ante el tiempo que pasa y la muerte que llega y el amor que se ha ido y abro serenamente la puerta de mi casa, ya al final del crepúsculo, para que entre el olvido.
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